domingo, 8 de enero de 2012

El prisionero del Cielo - Carlos Ruiz Zafón

“Mea culpa”, eso es lo primero que debo pensar antes de ponerme a repensar mi crítica  a “El prisionero del cielo”.  Leer un libro pensando que es el último de una triología, te hace leerlo de una manera diferente, buscando y esperando encontrar respuestas a todos los argumentos abiertos en los anteriores, esperando un desenlace que deshaga la madeja creada entre tantas historias (más aún si la madeja la ha creado Caros Ruiz Zafón cuya habilidad para crear personajes y argumentos es altamente complicada).
Esta ha sido la forma en que he leído el libro desde el principio hasta el final, teniendo la sensación, eso sí, desde un poco más de la mitad, que era imposible que el libro terminará con un buen regusto y cerrando historias.

Y claro, no era así.

“El prisionero del cielo”, es la tercera novela de Zafón, como continuidad a “La sombra del viento” y el “Juego del Ángel”, pero no es la última. Queda una cuarta. Mal informada he andado yo entre estas líneas, por tanto al terminar y darme cuenta del error he tenido que repensar y reopinar sobre el mismo.
Explicado esto…

“El prisionero del cielo” vuelve a situarnos en una Barcelona gótica de la postguerra, donde Daniel Sempere y su padre siguen regentando la librería donde en los anteriores libros comenzaba la historia, ayudados por el siempre original Fermín Romero de Torres. Sus vidas apenas han variado a excepción de la paternidad de Daniel y del inminente enlace de Fermín. Sin embargo la aparición  de un curioso personaje  en la librería, preguntando por Fermín, hará que Daniel se encuentre ante nuevos misterios de los cuales su amigo será el encargado de abrirle las puertas contándole su propia historia ocurrida años antes y enlazando así con la historia del joven y la muerte de su madre, que en este libro se convierte en el punto de referencia para que los dos amigos inicien sus ya habituales investigaciones.

He leído en diferentes críticas y opiniones que “El prisionero del cielo” se ha concebido como un libro que puede leerse independiente de “La sombra del viento” o “El juego del Ángel”. No puedo estar más en desacuerdo.  Yo misma he leído los dos y aun así me ha costado en algún momento retomar o recordar el origen de alguno de los puntos de esta historia. Primeramente esto es debido a que hace algún tiempo que los leí, y segundo y seguramente más importante a la cantidad de puertas abiertas que dejo Zafón en sus anteriores novelas, a la cantidad de historias y personajes que entrecruzó, y a la diversidad de subargumentos que creó.

Por ello, si, “El prisionero del cielo” se puede leer ajeno a la lectura de sus antecesores, pero dejará en el lector una sensación de duda o de desconocimiento ante los personajes y sus vidas.

“El prisionero del cielo” parece ser la novela más asequible en cuanto a ligereza dentro del mundo Zafón. Es llamativo como ha simplificado las diferentes líneas que antes definía como madejas, la variedad y en ocasiones desbordantes argumentos que presentaba en cualquiera de los otros dos libros y que en ocasiones hacia que te perdieras y en otras que las historias que finalmente se entretejían entre ellas parecieran forzadas o demasiado fantasiosas para una novela de este estilo.

El argumento de “El prisionero del cielo” apenas cuenta con dos historias, entremezcladas entre ellas, que son las que harán que la vida de Daniel Sempere y Fermín Romero de Torres presenten por fin claramente los puntos en común que desde “La sombra del viento” se intuían.  En este caso no es Daniel Sempere el protagonista destacado de la historia, sino que ha cedido su puesto a Fermín, el cual mantuvo el misterio sobre su vida anterior hasta ahora cuando Zafón lo aprovecha para ir aclarando dudas creadas en sus anteriores novelas.

Este hecho, la simplicidad en el argumento en comparación con los otros dos libros, puede tener dos visiones: Por un lado habrá lectores que lo disfruten más, que agradezcan la facilidad y ligereza del libro, la simplicidad  con que permite seguirlo (siempre que se recuerden las historias anteriores). Por otro lado estarán los lectores que esperaban con ansias un libro donde desentramar ellos mismo línea tras  líneas multitud de nudos, de personajes que se encuentran y desencuentran, ávidos del misterio y de las casualidades que en los libros de Zafón nunca lo son. Tal vez el autor nos malacostumbró a ello, a un “tsunami” rocambolesco que a veces nos devoraba  pero que nos hacía sentirnos tan saciados de literatura con un solo libro como si hubiésemos leído tres, que nos dejaba esa sensación exhausta tras terminarlo de haber ido desgranando letra a letra una historia complicada donde había que recordar a cada personaje y la historia que le había situado en el libro.

Esto no es ni bueno ni malo, al igual que la variedad de lectores es simplemente cosa de gustos. En mi caso, “El prisionero del cielo” no me ha defraudado, me ha gustado, lo he leído con ansias, me ha enganchado desde la primera página, me ha emocionado, entristecido, removido las tripas en el momento adecuado. Lo he leído sin dificultad, sin tener que pararme a pensar de donde o como ha salido la historia, fácil y ligero, sin más. Tal vez ese es el problema. Tal vez esperaba sentarme con un nuevo libro de Zafón a desentramar yo misma la historia, a pensar, a dejarme rodear de todos sus personajes e ir descubriendo los mil y un enlaces que los definían. Esta es, o tal vez era, la esencia de “La sombra del viento” o “El juego del ángel”, era lo que hacía a Carlos Ruiz Zafón diferenciarse de un libro bueno para pasar el rato a un libro que te tragaba y en el que necesitabas toda tu concentración.

Solo hay que esperar a la cuarta novela para ver si esto es una estrategia del autor para coger impulso y hacer estallar en la última historia de Daniel Sempere todos los “cepos” creados hasta ahora o si simplemente ha decidido dejar a un lado su punto mas característicos para abarcar un sector más amplio de público.

Sinceramente espero que se nos quede en lo primero….


      “Hay épocas y lugares en los que no ser nadie es más honorable que ser alguien”
                                                                                               Fermin Romero de Torres