viernes, 11 de agosto de 2017

Mujeres que compran flores - Vanessa Montfort


Cuando un libro además de ser entretenido, ligero y fácil de leer es "inteligente" y "contundente" en cuanto a su mensaje, podría decirse que lo tiene todo. 

Un año después de comenzar un parón obligado por la maternidad (leer entrada anterior) he conseguido terminar un libro. Cierto es que me ha durado tres veces más de lo que hubiera terminado de leerlo en circunstancias normales (véase cualquiera que no implique dos mellizos en proceso constante de descubrir el mundo), pero lo he terminado y estoy más feliz que unas pascuas. 

En todo momento hay que saber elegir el libro que quieres "atacar", dependiendo del momento en que te encuentres, físico, mental y el que te impone el ritmo de vida que llevas. En este caso tengo claro que "Mujeres que compran flores" era el reto perfecto. Como tantas otras veces reto regalado por mi hada madrina de los libro "P". (Gracias de nuevo).

"Mujeres que compran flores" podría describirse como la versión castiza, inteligente, profunda y literaria de "Sexo en Nueva York". Y seguro que llegado este punto si algún intelectual me está leyendo (dudo mucho que de haber pasado por aquí se hubiera quedado) habrá puesto el grito en el cielo. Pero si, para mi, que me bebí esa serie frívola pero más cercana a la realidad femenina de lo que muchos pensáis (o pensábamos antes de verla) recoge la misma esencia que la obra de Vanessa Monfort aunque luego esté decorada con cócteles Manhattan, vestidos de Channel o noches en el Palace. 

Seis nombres de mujer. Seis historias. Seis modos de vida. Seis visiones del mundo femenino. Y un espacio, El jardín del ángel, en pleno barrio de Huertas, donde las seis confluyen y donde tejen una amistad que las hará completarse y ver aquella parte que toda mujer tenemos escondida y a la que muchas veces por el miedo al exterior  no te atreves a asomar.
 
Marina: protagonista central y que nos sirve para descubrir al resto del elenco. Reciente viuda que descubre que su vida ya no existe porque siempre dependió de la de él.
Cassandra: Mujer que antepone su trabajo a su vida privada, fría y distante con un amor en el que no cree ni quiere creer. 
Aurora: Frágil y carente de fuerza para hacer frente a los hombres garrapata a los que deja encaramarse a su vida con tal de no estar sola. 
Victoria: Madre, esposa y trabajadora que hace equilibrios para luchar contra la búsqueda de libertad que su vida pide. 
Gala: coqueta y eternamente joven cree que el verdadero triunfo y derecho de la mujer es el del disfrutar de su sexualidad sin ataduras. 
Y Olivia el nexo que hace que todas ellas crucen raíces y vidas. La dueña de la floristería que les sirve de centro de reunión y conocedora de las personalidades de cada una de ellas. 

Cada uno de los nombres anteriores cuenta detrás de el con una historia de la que la autora muy sagazmente nos presenta en un primer momento la fachada, tal y como sucede en la realidad. La imagen impecable de Victoria, la seguridad de Gala, la fragilidad de Aurora... Página tras página el verdadero mundo interior, la personalidad y las debilidades de estas cinco mujeres se van dejando ver, siempre de un modo pausado, sin desvelar la verdadera razón de que sean como son o de que actúen como lo hacen.

Monfort va desgranando de manera magistral los secretos, vergüenzas, miedos y deseos de cada una abriendo así el mundo femenino que tan bien describe hasta llegar al centro de sus personalidades, ese hueco que toda persona tenemos y donde nace lo que somos. Te hace así enamorarte de cada una, conocerlas con ternura, reírte con ellas, desear tener una amiga como alguna e incluso poder sacar al personaje del libro para decirle: ¿¡pero qué estas haciendo!?.


Las mujeres que nos presenta son un perfecto espejo del mundo femenino, de las complicaciones que presenta, de la lucha que parece que permanentemente vamos a tener que lidiar contra nosotras mismas, la historia y contra una sociedad que se enorgullece de hacernos el camino más fácil cuando lo único que pedimos es que nadie nos marque el camino. 
El "reloj biológico"; la obligación de vida: marido, casa, niños; la realización a través del trabajo unido a una vida personal perfecta; ser una superwoman para que todo el mundo vea que puedes porque eres mujer. El sexo, la familia, el amor, el trabajo, la libertad, la educación…. Son solo algunos de los puntos fuertes que nos desgrana.

Pero ante todo lo que nos transmiten las “Mujeres que compran flores” es fuerza. La fuerza que tal vez desde el inicio del mundo se nos dio (ojo, no que nos obligarán a tener), la que hace que las protagonistas puedan virar su barco tras una tormenta, coger las riendas de su vida o parar los pies cuando ya no quieren andar mas. El verdadero motor del libro es ese, la presencia constante de las debilidades y la fuerza del mundo femenino, el complejo entramado del que estamos hechas y del que solo nosotras mismas podemos aprender para conocernos y vivir como queremos vivir.

“Mujeres que compran flores” es un libro de mujeres para mujeres y no creo equivocarme. Pocos hombres serán los que se atrevan a comenzarlo y muchos menos a terminarlo habiendo sabido sacar de él el jugo que desprende. La complicidad que emana es meramente femenina y sólo este sector podrá entender cada uno de los entresijos que a veces aparece en un momento cómico, en un arranque de locura y desvarío o en uno de profundo pensamiento.  Desde siempre se ha dicho que las mujeres somos complicadas y es verdad, ¡gracias a dios es verdad! Cuanto más complicado es algo más interesante puede resultar.

Así que si tienes una mujer cerca a la que quieres mucho, o si tu eres esa mujer y te quieres mucho, este libro te hará reír y llorar, a veces incluso a la vez, te hará suspirar, te acalorará, te hará pensar, te hará sentir, te hará soñar, te hará dudar…. Y te entretendrá.

No quiero olvidarme del escenario del encuentro de estas mujeres, Madrid, casi siempre centrado en la calle Huerta, el barrio de las Letras, con un Cervantes y un Lope de Venga siempre presentes de una manera u otra.  Realista y estupenda ambientación que te pone aún mas fácil si cabe imaginarte sentada a la mesa del jardín, con una copa de vino blanco en la mano, los pies descalzos sintiendo la humedad de la hierba recién mojada y la humedad que emanan de las flores y plantan que las rodean. Puedes, incluso, oír las risas de todas ellas….

¡Bravo Vanessa Montfort!


PD: No me extrañaría y deseando estoy ver la adaptación a la gran (o pequeña) pantalla. Siempre y cuando se haga bien. 


Pasajes destacados (ojo, que van unos cuentos…)

“Después de muchos años, continuó con la voz vencida, y después de conocer a personas muy distintas en distintos países, había llegado a una conclusión: los que éramos fuertes, dijo pluralizando, sólo lo éramos porque teníamos la desgracia de soportar más cantidad de dolor sin desfallecer. Nuestro umbral del dolor era más alto. Pero eso no quiere decir que las cosas no nos dolieran menos”.


“Ella creía en mi  y yo creía en ella todo lo que no éramos capaces de creer en nosotras mismas. Y las mujeres actuamos por contagio, como decía Olivia. Encontramos nuestra fuerza en la fuerza de las demás. Como una cadena”.

“Cuando se siente no se piensa, pero cuando se piensa no se siente. No dejaba de parecerme irónico que en esta sociedad racionalista que tú defendías a capa y espada y que valoraba el pensar sobre el sentir, se nos había obligado a olvidar que en los momentos más críticos, la supervivencia siempre dependía del instinto y las emociones”.

“Las observé con admiración. Si algo nos quedó claro aquellas velada de complicidad cromosómica era que las mujeres teníamos muchas formas de amar: unjas sufrían como Aurora, otras huían del amor como Cassandra y otras apostaban por reencontrar la pasión como Victoria o luchaban por no abandonarla como Gala. Pero merecía la pena vivirlo, decía Olivia. El que había encontrado el amor, aseguró, lo tenia todo”.

“[…]Luis Rojas Marcos explicaba que la mujer española era la tercera mas longeva del mundo. Y lo más divertido y chocante era que, según su razonamiento, se debía a que hablábamos mucho. […] El psiquiatra argumentaba que al expresarnos, exteriorizábamos nuestros sentimientos a través de la palabra. […] según él le debíamos nuestra supervivencia extrema a nuestras extroversión: una terapia para activar nuestras defensas y soportar la adversidad”.

“—¿Sabes una cosa, Aurora? —le dije cuando terminó su relato—. Vamos a hacernos
tú y yo, si te parece, una lista que tenemos que cumplir a rajatabla. Lo llamaremos
«Los placeres capitales».
¿Por qué nadie se había entretenido en recopilarlos y no era una obligación de un
ser humano experimentar cada uno de ellos antes de morir?
Ella me miró de reojo sin perder de vista la carretera.
Y empezamos a hacerla juntas, prometiéndonos que antes de que terminara el año,
habríamos experimentado intensamente cada uno de ellos y los iríamos tachando de
la lista. A partir de ahora llamaríamos a la lujuria, deseo; a la gula, gusto; a la avaricia,
ambición; a la ira, desahogo; a la pereza, descanso; a la envidia, admiración, y a la
soberbia, orgullo”.


jueves, 3 de agosto de 2017

"Un beso antes de desayunar" - Raquel Diaz Reguera

Acabo de publicar la entrada "Cuando la lectura se aleja..." donde explico que si he dejado de escribir
reseñas es porque hace un año que no leo porque he sido mamá. Y de repente me he dado cuenta de que si que he leído algo durante este tiempo, cuentos infantiles. ¿ Y porque no he de hacer una reseña de un cuento infantil?
Esas lecturas que parecen simples y que posiblemente hasta hace unos años eran meras historietas mas o menos fantasiosas pero que se han convertido en un verdadero arte literario. Y por este motivo creo que se les debe dar un espacio en el mundo, así que empezaré por dárselo yo en este, mi micromundo literario.

No tengo ninguna duda de cual quiero que sea el primer título que presentar: "Un beso antes de desayunar" de Raquel Díaz Reguera. No es un libro infantil, no es un libro, es una joya.
Cuenta la historia de un beso, el que le da cada mañana su madre a Violeta antes de irse a trabajar para que al despertar se lo encuentre en la almohada. Pero un día el beso se escapa y decide volar, y volar, y volar...

El texto, poético pero sencillo, asequible totalmente para niños parece una canción acompañado de unas imágenes que transmiten diferentes texturas y que cuentan a la vez la historia que narra el texto por lo que los más pequeños pueden seguirla mientras mamá o papá lo leen.  Los colores, personajes y los detalles en cada página (un sobre, un bollito, ropa tendida...) le aportan ternura y calidez.

Sin tener aún mucha experiencia en este tipo de lecturas (mis hijos tienen un año por lo que estamos empezando) puedo decir que este libro me enamoró desde la primera vez y espero el día en que ellos puedan entender su mensaje y disfrutar con sus dibujos.

De todo lo maravilloso que tiene me quedo con esta frase que, con permiso de la autora, he hecho mía en esta época de mi vida: "Aquel día los besos olían a pan recién hecho".

Cuando la lectura se aleja......

Hace mucho que no escribo y hace mucho que no leo. Al menos no leer como leemos los que disfrutamos los libros de forma intensa.
Exactamente hace un año que no leo de esa forma. La razón está mas que justificada y no podría ser mejor: he sido mamá. De mellizos.

Hace un año dos personas ocuparon mis manos en lugar de los libros y mi cabeza y mis horas de sueño..... por eso ya no leo como antes.
Los últimos libros los leí esperando su llegada (una historia larga, dura pero con final feliz) y ahí me quedé.

En enero tuve un intento aunque creo que no elegí demasiado bien el título o al menos el "peso" del susodicho. "El laberinto de los espíritus" de mi aplaudido Carlos Ruiz Zafón que tantas horas buenas me hizo pasar con los tres anteriores libros del "Cementerio de los libros olvidados". "Un acierto seguro" pensé, pero no calculé que al ritmo de lectura que mi nueva vida me permitía terminaría convirtiéndolo en un chicle que se estira y se estira y estira.... sin ver nunca el final.
Así que ahí está, aparcado esperando su momento, de nuevo.

Hace poco lo he vuelto a intentar, con un poco mas de suerte. Mi "P" que siempre es de nuevo acierto seguro me regaló "Mujeres que regalan flores" de Vanessa Monfort, y aunque una historia tan fresca y atractiva me hubiera durado en mis buenos años dos días (a lo sumo) llevo ya un par de meses con ella... pero avanzo aunque sea poco a poco y es lo que importa.

Leer es una de las cosas que mas hecho de menos de mi vida anterior a ser madre. Posiblemente la que más, tal vez porque siempre ha sido mi modo de desconectar, de airearme... podía leer en cualquier parte, en un parque, en un descanso, en casa, de noche, de día.... era fácil y ¡hay tanto por leer!. Ahora cuando mis dos nuevos hobbys me dejan espacio el cansancio se apodera de mi y sé que leer seria en ese momento posar los ojos sobre palabras que no tendrían sentido. Y así no, así no leo.

Sé y confío en que volverán las épocas de leer, tal vez no tres horas seguidas como podía hacer en el verano, tirada en la playa con el mar como horizonte, pero si que podré leer más, leer sin más, disfrutar y retomarlo.

Y sé que lo disfrutaré como se merezco y me merezco, como cuando estas a dieta y no se te permite mas que un trocito de chocolate al día y de repente decides coger el trozo mas grande de tarta que ves (nunca he hecho dieta pero supongo que se asemejará).

Por otro lado me toca disfrutar de otra parte de los libros. Enseñárselos a mis hijos. Descubrirles lo que son. Leerles en voz alta mientras me miran o descubren las ilustraciones de maravillosos cuentos que nos regalan o les compro. Tienen sus libros de tela, esos con los que aprenden a familiarizarse, a pasar páginas para saber que algo se oculta detrás de esta que están mirando y deseo que en unos años sean ellos a los que descubra con la nariz metida entre alguna historia que les aísle del mundo.

Así que si por algún casual alguien era visitante habitual de este blog y tenía dudas de si algún día volvería a dar mi opinión sobre algún libro..... no lo dudes, si, volveré a leer y volveré para decírtelo.