jueves, 15 de marzo de 2018

El niño en la cima de la montaña - John Boyne


John Boyne vuelve con “El niño en la cima de la montaña” a la Segunda Guerra Mundial y con un
niño como personaje principal como ya hizo con el famoso y durísimo “El niño con el pijama de rayas”.

Sabía que se había publicado y en alguna ocasión he pensado que fascinándome como me fascinó el primero, tenia que leerlo más pronto que tarde. Sin embargo no fue hasta hace poco cuando me encontré cara a cara con él en una librería cuando llego el momento de hacerlo.

Pierrot es un huérfano francés, que, en plena ebullición del movimiento nazi,  termina viviendo con su tía, ama de llaves de una mansión en Alemania (que guarda sorpresa), en un ambiente opuesto al que vivía y cercano a figuras que harán que todo lo que conocía hasta ahora se vea modificado hasta el punto de hacer que también sus pensamientos y sus ideas se vean afectados.


En esta ocasión, Boyne, traslada la acción al lado opuesto de su primera novela y nos muestra a través de Pierrot el ambiente ideológico del momento, el nazismo, la aclamación de todo lo “ario”, aunque no sea este el centro del argumento de la novela si no solo la herramienta que usa para realzar el verdadero tema del libro: la perversión y perdida de la inocencia de un niño a manos de la sociedad y del poder.


Al igual que en su primera novela, Boyne hace que el personaje principal sea un niño al que es fácil coger cariño por la inocencia, frescura y honradez que se desprende de él hasta que, y aquí está la diferencia con “El niño con el  pijama de rayas” , el poder y la manipulación hacen que Pierrot sufra un giro en su personalidad que lo lleva por un camino que al lector no le resulta agradable por lo que te mantiene durante gran parte de la novela en la tesitura y dilema de no querer juzgarle aunque a veces resulte imposible. Todo lo contrario a lo que ocurría en la anterior historia cuando es inevitable no enternecerte y tener el corazón en un puño con el pequeño Shmuel, judío, y Bruno, hijo de un comandante de las SS, sin tener ni un ápice de duda respecto a la falta de culpabilidad de ambos en una situación como la que viven.

Escrita con diálogos sencillos y de forma amena, “El niño en la cima de la montaña” comienza con gran énfasis, haciendo que la historia avance rápidamente por lo que te lleva de una página a otra sin darte cuenta. Sin embargo, para mi gusto, este ritmo decae a las pocas páginas (coincidiendo con la llegada de Pierrot a la mansión) donde se estanca y parece demorarse y alargarse demasiado sin aportar nada nuevo. Es a la mitad del libro cuando vuelve a coger velocidad, cuando Pierrot descubre el poder y lo que considera “la verdadera Alemania”, lo que hace que de nuevo se sucedan las sorpresas y los cambios que el protagonista sufre haciendo que la historia fluya.  

“El niño con el pijama de rayas” fue uno de esos momentos inolvidables en mi historia como lectora. Debido a mi afán por leer todo lo que encontraba sobre judíos, campos de concentración y demás temas relacionados eran pocas las lecturas que me sorprendían. Y sin embargo, recuerdo perfectamente como, tras devorarlo,  al leer la penúltima página de ese pequeño libro no pude evitar gritar (recuerdo aún la cara de mis padres) y pasar la página una y otra vez diciendo: “no puede ser, no puede ser….”. Es uno de esos libros que forman parte de la primera balda de mi biblioteca, donde guardo mis “intocables”.

Cualquiera que lo haya leído, creo que me entenderá. Un libro tan sencillo y que encierra tanta dureza, crueldad, injusticia y dolor, que es imposible que no te agarre el corazón, te guste o no, pero que te deje marca.
Sin embargo, “El niño en la cima de la montaña” pese a no ser un mal libro no es un libro que me haya impactado. Si no lo tuviera en papel, lo compraría, por aquello de completar el “duo Boyne” pero no seria una necesidad vital tenerlo entre mis favoritos. Y, ojo, es una historia completa, amena, sencilla… y huye de lo macabro o de los momentos especialmente duros que pudiera tener “El niño con el pijama de rayas” lo que lo hace mas “digerible” (claro que a mi no me gustan los libros fácilmente digeribles). Es una historia inteligente y que nos muestra la otra parte de una situación de la que estamos acostumbrados a ver y conocer solo un lado por lo que es necesario que existan historias así para darnos cuenta que en todos los bandos hay inocentes, hasta aquellos que en ocasiones no lo parecen.

Supongo que el matiz de la dureza de su relato es lo que diferencia a estas dos novelas. Sin más. Y es lo que hace que personalmente no me haya parecido un “novelón”.

Ameno, curioso. “El niño en la cima de la montaña es imprescindible para comparar y tener, como siempre se debería de tener, el otro punto de vista.  Pero sin las grandes expectativas que os generaría “El niño con el pijama de rayas”  (si no lo habéis leído, ya estáis tardando).