Cuatro días antes de casarse Julia recibe una llamada en la que le comunican que su padre ha fallecido. Un padre robado por el trabajo, que solo estaba en casa el tiempo justo entre vuelo y vuelo y que en los últimos años formó parte de la distancia.
Lo que Julia no sabe es que lo que debería haber sido la distancia definitiva va a convertirse en lo que le devuelva al padre que nunca estuvo cuando este aparezca de una forma totalmente sorprendente (y física) y esta vez para darle y explicarle todo lo que en vida le obvió.
Es difícil escribir sobre “Las cosas que no nos dijimos” tratando de que el lector entienda su interés y el hecho que hace que la historia tome rumbo sin estropearlo, sin destapar la sorpresa, el secreto, el “kit de la cuestión” que no es otro que un secreto guardado egoístamente por su padre a Julia durante años
Este secreto unida a la extraña aparición de su padre muerto convertirá la vida de Julia en la búsqueda de lo que debió ser y no fue, en un destino que tal vez debería ser perdido para luego encontrarlo.
“Las cosas que no nos dijimos” te engaña. Comienza haciéndote pensar que lo que tienes entre manos es la historia de la reconciliación entre una hija y su padre “artificialmente vivo” a lo largo de un viaje, una historia de rencores, reconciliaciones e intentos de aprovechar el tiempo que se escapa. No es del todo mentira, aunque tampoco es el argumento de este libro.
“Las cosas que no nos dijimos” realmente comienza en la mitad, cuando de repente el argumento toma un giro inesperado y se convierte en lo que es, una historia de amor. Una historia apasionada, triste y dulce, esperanzadora, intensa y sutil.
En mi opinión, el autor ha arriesgado mucho al crear estas dos historias paralelas haciendo que la que crea el interés en el lector(siempre bajo mi opinión, repito) tarde en salir a la luz. Reconozco que durante la primera parte no lograba entender que tenia de interesante el libro a excepción del modo en que “resurge” Anthony Wals, padre de Julia. Simplemente era una historia mas sobre el intento de limar asperezas familiares. Y de repente Anthony entrega esa carta, una carta escrita hace mucho tiempo y cuya destinataria Julia jamás pensó que pudiera existir.
Esta carta es el desencadenante del comienzo de un relato hipnótico, apasionado, ansioso y vertiginoso, con un toque histórico(me parece grandioso como usa Levy la caída del Muro de Berlín para introducirnos en esta nueva parte) que sirve para convertir en secundaria la relación padre – hija que sin embargo no desaparece, sino que pasa a un segundo plano, importante eso si, y que evoluciona a través del nuevo argumento.
Marc Levy, nos habla en su novela a mi parecer del destino, de la coincidencia del espacio, el tiempo y las circunstancias para que lo que tiene que ocurrir tarde o temprano ocurra, aun cuando nosotros mismos pensamos que seria irreal, aun cuando tenemos la certeza, los hechos reales, físicos y científicos de que es matemáticamente imposible que suceda.
Levy nos habla de la esperanza, del “nunca es tarde” para creer, para esperar, para arriesgar, para pedir perdón o perdonar, para amar o borrar el rencor.
Por eso yo pido a quien tenga este libro entre sus manos, que aguante, que aun cuando crea que no encontrará gran cosa en él, espere y si cuando Julia descubre un retrato en Montreal no siente un pellizco de interés en el estomago entonces no compartirá esta opinión….. aunque sinceramente lo veo difícil…..
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