Una de las muchísimas cosas
buenas que tienen los libros es que
cuando un libro es bueno, no importa el tiempo que pase desde su “boom” , desde
su punto álgido lleno de premios y reconocimientos, hasta que lo leas por primera
vez.
No pasa lo mismo con otras cosas,
como puede ser la comida, que caduca, o la ropa, que o por cambios en la moda
(y no me refiero a los estéticos si no a la evolución histórica) o porque
inexplicablemente a tu cuerpo no le sienta tan bien como hace un año cuando la
compraste y la colgaste en el armario sin tiempo indefinido.
Un libro, como le pasa a las
películas, puede estar años e incluso siglos, en una librería, en una estantería
guardando polvo en tu casa, y sin embargo cuando al cabo del tiempo lo coges y lo
lees, si te ha de gustar en su primer año de vida te va a gustar por cuánto
tiempo pase.
Esta divagación filosófica ha
venido a mi mente, mientras leía “Melocotones helados” de Espido Freire.
En su momento, cuando recibió el
Premio Planeta en 1999, yo tenía 14 años, por lo que apenas me interesé por él
o más bien di prioridad a otros libros. Pasaron los años, y de fondo he oído muchas
veces tu título, y siempre ha estado
en algún rincón de mis “libros por leer”,
sin la verdad sea dicha, demasiado énfasis.
Sin embargo hace poco, esperando
a que las musas de la lecturas me descubrieran entre los cientos de libros de
una librería algún título que me llamase, saltó Freire de una estantería. Visto
y no visto ya era mío.
12 años después, sé que tanto entonces como ahora , como dentro de 15 años, este Premio Planeta tenía que enamorarme.
“Espido Freire” nos introduce en
la historia del estigma que conlleva un mismo nombre en tres personas de una
misma familia: Elsa, Elsa pequeña y Elsa Grande, unidas entre ellas por lazos familiares y por
hechos que hacen que sus vidas se vean
mas relacionadas que por la sangre.
Elsa, la pintora , se ve obligada
a abandonar su vida y su casa ante unas extrañas amenazas de muerte, regresando
así al pueblo con su abuelo.
Este es el hilo que usa la escritora
para ramificarse luego en la historia de todos y cada uno de los personas que
rodean a la principal protagonista que a mi modo de ver es más bien la excusa o
pretexto para desarrollar las variantes tramas: una niña pérdida hace 40 años,
una joven cuya vida se trastoca por una secta, unos padres que guardan sus
propias traiciones, mentiras y envidias, unos hermanos que esconden secretos….
Esto es lo que ha hecho que “Melocotones
helados” haya hecho que devore su historia, la posibilidad de primer ver como se deshacen las historias de
todos los personas como finas hebras, para al final comprender que todas ellas
mediante nexos de unión forman un único cordón.
Al parecer esto mismo que a mí me
parece magnífico, es para otras personas
una falta de continuidad o de profundizar por parte de la historia en
sus personajes. Sin embargo no llego a verlo del mismo modo ni aún intentando
buscarlo, ya que pese a que se tratan varias historias, todas ellas están contadas
con numerosos detalles y datos, sin perder por ello el interés, el sentido o la
forma. Precisamente esta es otras de las cosas que admiro de Espido Freire
(contando sólo con este libro ya que no sé nada mas de su obra), y es la
maestría con la que puede contar historias llenas de vida sin ser densa, ni
aburrir, sin caer en espacios monótonos y aburridos.
Todos los personajes narran sus
historias de una forma dinámica, la forma de cruzarse entre ellas no es
rebuscada ni forzada, y esto hace que su lectura sea amena, sencilla y
agradabable.
Quiero destacar cierto punto de
ternura en este libro. No es nada que pueda justificar, no es una historia
tierna, ni hay un punto en ella concreto que lo represente, pero personalmente había
algo mientras lo leía que me conmovía. Tal vez pueda ser que este libro plasma
los tan habituales casos de alejamientos familiares sin causas ni sentido, la
necesidad de los protagonistas de pese a todo conocer su pasado o simplemente
que Espido Freire logró algo tan bueno
con “Melocotones helados” que te causa sensaciones que no tienen explicación.
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