Cuando un libro además de ser entretenido, ligero y fácil de leer
es "inteligente" y "contundente" en cuanto a su mensaje, podría
decirse que lo tiene todo.
Un año después de comenzar un parón obligado por la maternidad
(leer entrada anterior) he conseguido terminar un libro. Cierto es que me ha
durado tres veces más de lo que hubiera terminado de leerlo en circunstancias
normales (véase cualquiera que no implique dos mellizos en proceso constante de
descubrir el mundo), pero lo he terminado y estoy más feliz que unas
pascuas.
En todo momento hay que saber elegir el libro que quieres
"atacar", dependiendo del momento en que te encuentres, físico,
mental y el que te impone el ritmo de vida que llevas. En este caso tengo claro
que "Mujeres que compran flores" era el reto perfecto. Como tantas
otras veces reto regalado por mi hada madrina de los libro "P".
(Gracias de nuevo).
"Mujeres que compran flores" podría describirse como la
versión castiza, inteligente, profunda y literaria de "Sexo en Nueva
York". Y seguro que llegado este punto si algún intelectual me está
leyendo (dudo mucho que de haber pasado por aquí se hubiera quedado) habrá
puesto el grito en el cielo. Pero si, para mi, que me bebí esa serie frívola
pero más cercana a la realidad femenina de lo que muchos pensáis (o pensábamos
antes de verla) recoge la misma esencia que la obra de Vanessa Monfort aunque
luego esté decorada con cócteles Manhattan, vestidos de Channel o noches en el
Palace.
Seis nombres de mujer. Seis historias. Seis modos de vida. Seis
visiones del mundo femenino. Y un espacio, El jardín del ángel, en pleno barrio
de Huertas, donde las seis confluyen y donde tejen una amistad que las hará
completarse y ver aquella parte que toda mujer tenemos escondida y a la que muchas
veces por el miedo al exterior no te
atreves a asomar.
Marina: protagonista central y que nos sirve para descubrir al
resto del elenco. Reciente viuda que descubre que su vida ya no existe
porque siempre dependió de la de él.
Cassandra: Mujer que antepone su trabajo a su vida privada, fría y
distante con un amor en el que no cree ni quiere creer.
Aurora: Frágil y carente de fuerza para hacer frente a los hombres
garrapata a los que deja encaramarse a su vida con tal de no estar sola.
Victoria: Madre, esposa y trabajadora que hace equilibrios para
luchar contra la búsqueda de libertad que su vida pide.
Gala: coqueta y eternamente joven cree que el verdadero triunfo y
derecho de la mujer es el del disfrutar de su sexualidad sin
ataduras.
Y Olivia el nexo que hace que todas ellas crucen raíces y vidas.
La dueña de la floristería que les sirve de centro de reunión y conocedora de
las personalidades de cada una de ellas.
Cada uno de los nombres anteriores cuenta detrás de el con una
historia de la que la autora muy sagazmente nos presenta en un primer momento
la fachada, tal y como sucede en la realidad. La imagen impecable de Victoria,
la seguridad de Gala, la fragilidad de Aurora... Página tras página el
verdadero mundo interior, la personalidad y las debilidades de estas cinco
mujeres se van dejando ver, siempre de un modo pausado, sin desvelar la
verdadera razón de que sean como son o de que actúen como lo hacen.
Monfort va desgranando de manera magistral los secretos,
vergüenzas, miedos y deseos de cada una abriendo así el mundo femenino que tan
bien describe hasta llegar al centro de sus personalidades, ese hueco que toda
persona tenemos y donde nace lo que somos. Te hace así enamorarte de cada
una, conocerlas con ternura, reírte con ellas, desear tener una amiga como
alguna e incluso poder sacar al personaje del libro para decirle: ¿¡pero qué
estas haciendo!?.
Las mujeres que nos presenta son un perfecto espejo del mundo
femenino, de las complicaciones que presenta, de la lucha que parece que
permanentemente vamos a tener que lidiar contra nosotras mismas, la historia y
contra una sociedad que se enorgullece de hacernos el camino más fácil cuando
lo único que pedimos es que nadie nos marque el camino.
El "reloj biológico"; la obligación de
vida: marido, casa, niños; la realización a través del trabajo unido
a una vida personal perfecta; ser una superwoman para que todo el mundo vea que
puedes porque eres mujer. El sexo, la familia, el amor, el trabajo, la
libertad, la educación…. Son solo algunos de los puntos fuertes que nos
desgrana.
Pero ante todo lo que nos transmiten las “Mujeres que compran
flores” es fuerza. La fuerza que tal vez desde el inicio del mundo se nos dio
(ojo, no que nos obligarán a tener), la que hace que las protagonistas puedan
virar su barco tras una tormenta, coger las riendas de su vida o parar los pies
cuando ya no quieren andar mas. El verdadero motor del libro es ese, la
presencia constante de las debilidades y la fuerza del mundo femenino, el
complejo entramado del que estamos hechas y del que solo nosotras mismas
podemos aprender para conocernos y vivir como queremos vivir.
“Mujeres que compran flores” es un libro de mujeres para mujeres y
no creo equivocarme. Pocos hombres serán los que se atrevan a comenzarlo y
muchos menos a terminarlo habiendo sabido sacar de él el jugo que desprende. La
complicidad que emana es meramente femenina y sólo este sector podrá entender
cada uno de los entresijos que a veces aparece en un momento cómico, en un
arranque de locura y desvarío o en uno de profundo pensamiento. Desde siempre se ha dicho que las mujeres
somos complicadas y es verdad, ¡gracias a dios es verdad! Cuanto más complicado
es algo más interesante puede resultar.
Así que si tienes una mujer cerca a la que quieres mucho, o si tu
eres esa mujer y te quieres mucho, este libro te hará reír y llorar, a veces
incluso a la vez, te hará suspirar, te acalorará, te hará pensar, te hará
sentir, te hará soñar, te hará dudar…. Y te entretendrá.
No
quiero olvidarme del escenario del encuentro de estas mujeres, Madrid, casi
siempre centrado en la calle Huerta, el barrio de las Letras, con un Cervantes
y un Lope de Venga siempre presentes de una manera u otra. Realista y
estupenda ambientación que te pone aún mas fácil si cabe imaginarte sentada a
la mesa del jardín, con una copa de vino blanco en la mano, los pies descalzos
sintiendo la humedad de la hierba recién mojada y la humedad que emanan de las
flores y plantan que las rodean. Puedes, incluso, oír las risas de todas
ellas….
¡Bravo
Vanessa Montfort!
PD: No me extrañaría y deseando estoy ver la adaptación a la gran (o pequeña) pantalla. Siempre y cuando se haga bien.
Pasajes destacados (ojo, que van
unos cuentos…)
“Después de muchos años, continuó con la voz vencida,
y después de conocer a personas muy distintas en distintos países, había
llegado a una conclusión: los que éramos fuertes, dijo pluralizando, sólo lo
éramos porque teníamos la desgracia de soportar más cantidad de dolor sin
desfallecer. Nuestro umbral del dolor era más alto. Pero eso no quiere decir
que las cosas no nos dolieran menos”.
“Ella creía en mi y yo creía en ella todo lo que no éramos
capaces de creer en nosotras mismas. Y las mujeres actuamos por contagio, como
decía Olivia. Encontramos nuestra fuerza en la fuerza de las demás. Como una
cadena”.
“Cuando se siente no se piensa, pero
cuando se piensa no se siente. No dejaba de parecerme irónico que en esta
sociedad racionalista que tú defendías a capa y espada y que valoraba el pensar
sobre el sentir, se nos había obligado a olvidar que en los momentos más
críticos, la supervivencia siempre dependía del instinto y las emociones”.
“Las observé con admiración. Si algo nos
quedó claro aquellas velada de complicidad cromosómica era que las mujeres
teníamos muchas formas de amar: unjas sufrían como Aurora, otras huían del amor
como Cassandra y otras apostaban por reencontrar la pasión como Victoria o
luchaban por no abandonarla como Gala. Pero merecía la pena vivirlo, decía
Olivia. El que había encontrado el amor, aseguró, lo tenia todo”.
“[…]Luis Rojas Marcos explicaba que la mujer española
era la tercera mas longeva del mundo. Y lo más divertido y chocante era que,
según su razonamiento, se debía a que hablábamos mucho. […] El psiquiatra
argumentaba que al expresarnos, exteriorizábamos nuestros sentimientos a través
de la palabra. […] según él le debíamos nuestra supervivencia extrema a
nuestras extroversión: una terapia para activar nuestras defensas y soportar la
adversidad”.
“—¿Sabes una cosa, Aurora? —le dije cuando terminó su
relato—. Vamos a hacernos
tú y yo, si te parece, una lista que tenemos que
cumplir a rajatabla. Lo llamaremos
«Los placeres capitales».
¿Por qué nadie se había entretenido en recopilarlos y
no era una obligación de un
ser humano experimentar cada uno de ellos antes de
morir?
Ella me miró de reojo sin perder de vista la
carretera.
Y empezamos a hacerla juntas, prometiéndonos que
antes de que terminara el año,
habríamos experimentado intensamente cada uno de
ellos y los iríamos tachando de
la lista. A partir de ahora llamaríamos a la lujuria,
deseo; a la gula, gusto; a la avaricia,
ambición; a la ira, desahogo; a la pereza, descanso;
a la envidia, admiración, y a la
soberbia, orgullo”.
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