Tres años después y con una vida muy diferente a la del
primer momento en que lo abrí, supe que había llegado el momento de darle una
segunda oportunidad. No me equivoqué.
“El hilo rojo” presenta dos escenarios paralelos. Por un
lado, situado en Estados Unidos, cuenta la historia de una agencia de adopción
y las familias que en ella están viviendo los pasos para adoptar niñas chinas.
En el lado contrario, nos cuenta las diferentes situaciones que han llevado a
los padres biológicos de esas niñas a separarse de ellas.
Basándose en una leyenda china del mismo nombre que su
título (según una creencia oriental milenaria, desde nuestro nacimiento un hilo
rojo nos conecta con aquellas personas destinadas a ser importantes en nuestra
vida, como nuestros hijos), “El hilo rojo” nos adentra en las ilusiones y los
miedos, la frustración y la alegría, la esperanza y el desconsuelo al que se
ven sometidos tantos padres antes de tener entre sus brazos a sus hijos,
procedan de donde procedan.
El hecho de que “El hilo rojo” narre el proceso por el que
pasan sus personajes es solo el motivo argumental por el que el libro te invita
a seguir leyendo.
De soslayo en la parte americana nos encontramos con varias
historias a medias, que nunca se cuentan del todo pero que están presentes
condicionando los actos de los personajes: el pasado de Maya, directora de la
agencia, y que es un fantasma que la acompaña a lo largo de todo el libro; la
culpabilidad de Susannah o el miedo de Theo, por poner algunos ejemplos.
En la parte oriental nos adentra en la injusticia y la
crueldad, el dolor de una separación, el asumir responsabilidades o en el tomar
decisiones a veces insufribles a través de los padres de las niñas chinas
destinadas desde su nacimiento a una vida muy lejos de donde vieron la luz por
primera vez. Nos presenta una variedad de historias donde la autora nos muestra
que, pese a ambientarse en una tierra con un alto número de niñas abandonadas,
hay muchos y variados motivos para que unos padres decidan separarse de sus
bebes, siendo, es verdad, en la mayoría de los casos razones injustificables y absurdas,
aunque no por ello se olvida de aquellos casos en los que los progenitores
anteponen el bienestar de sus hijos aun cuando eso signifique para ellos la
tristeza más intensa.
“El hilo rojo” es un libro sentimental pero real,
ambientando en un contexto que la autora conoce bien: tres años después de la
muerte de su hija biológica adoptó a una niña china. Por ello seguramente no solo las situaciones y
el proceso de adopción resulta tan creíble si no que los sentimientos son
tangibles, cercanos, propios, y hacen que a lo largo del libro no puedas evitar
emocionarte hasta el punto de las lagrimas (en mi caso muchas, lo reconozco).
No es un libro este recomendable para todo el mundo, lo
reconozco. Una historia sensible, sin grandes sorpresas destacables, con mucho
sentimiento, tanto que muchos considerarán “moñas”. Este libro entra dentro de la
lista de aquellas lecturas destinadas a personas muy concretas, no solo a
aquellas que están viviendo dificultades para ser padres, que lo doy por hecho
y lo recomiendo incansablemente, si no a aquellas que quieren leer sintiendo, una
lectura desde el fondo de las tripas.
Esta novela podría resultar un drama sin ningún otro
aliciente, una serie de historias sensibles con un fondo duro. Sin embargo
tiene algo que la convierte en algo más, algo parecido a un libro de autoayuda
sin consejos directos (yo tan reacia a estos libros lo agradezco), a un viaje a
los sentimientos más profundos. Diría que ese algo más es la dulzura que se
desprende, y es dificil de explicar para que se entienda bien, pero al leerlo y
ahora después de haberlo “rumiado” un tiempo, tengo la sensación de saber que Ann
Hood lo escribió de verdad, vaciándose, poniendo en cada palabra su historia para,
seguramente, intentar dar esperanza y transmitir que todo pasa por algo, hasta
aquellos momentos donde solo vemos oscuridad.
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