La entrada de hoy va a dedicada a nuestro pequeño mundillo, a todo aquel que este pequeño texto le dibuje una pequeña sonrisa en la cara y a la gente de nuestro alrededor que nos tachan de raros, aquí tenéis el verdadero motivo de nuestras rarezas.
"Sepa usted que para ser bibliotecario hay que apreciar el concepto de clasificación y ser una persona obediente. Sin iniciativa, sin margen para los imprevistos: aquí todo está en orden, en estricto orden... A mí el orden y la tranquilidad me serenan... El tipo que inventó este sistema se llamaba Melvil Dewey. Es el padre de todos los bibliotecarios. Ya ve, un muchacho nacido en una familia pobre de Estados Unidos que a los veintiún años inventa la clasificación más famosa del mundo. Dewey es un poco como el Mendeléyev de los bibliotecarios. No ya en cuanto a la clasificación periódica de los elementos, sino respecto de la clasificación de los ámbitos de la cultura. Su genialidad fue dividir en diez temáticas principales, llamadas «clases», las disciplinas del conocimiento: 000 para las obras generales, 100 para la filosofía, 200 para las religiones, 300 para las ciencias sociales, 400 las lenguas, 500 las matemáticas, 600 la tecnología, 700 las bellas artes, 800 la literatura, 900 la historia, la geografía..., y todo aquello que no se haya, podido clasificar viene a parar aquí, al sótano... Dewey llamó a su sistema de ordenación «clasificación decimal de Dewey». Sin rodeos. De eso hace más de un siglo. Ya podía estar orgulloso: ordenó metódicamente el conjunto del conocimiento humano. Casi nada. Porque antes era de lo más caprichoso, déjeme que se lo diga. La clasificación por autores se quedaba corta, y resultaba que los libros se ordenaban según su formato o fecha de entrada. Cuando lo pienso, menudo desorden. Por eso estoy contenta de no haber vivido en aquella época. No habría soportado tanta anarquía... De todos modos, estoy convencida de que Dewey era un megalómano de pies a cabeza. Un maldito maníaco, sin duda. Estoy segura de que era de esa clase de personas que no pueden dormir sin las zapatillas perfectamente alineadas al pie de la cama y sin el fregadero de la cocina impecablemente limpio. Le comprendo: yo soy igual."
Signatura 400
Sophie Divry
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