martes, 26 de marzo de 2013

Estaciones de paso- Reseña


De poca gente me fio a la hora de hacer caso a las recomendaciones de libros, pero cuando alguien que conoce los libros, que conoce lo que importa, que disfruta y saborea y es feliz con sus historias y a la vez me conoce, conoce mis historias, conoce mis gustos, me regala un libro… no puede caer en balde.

“Demostración de la existencia de Dios”, “Tabaco y negro”, “El capitán de la fila india”, “Receta de verano yMozart, y Brahms, y Corelli” son los cinco relatos que forman “Estaciones de paso” de  Almudena Grandes.
Cinco relatos protagonizados por cinco adolescentes que, a través de pretextos como el futbol, cocina, política…. desgrana el quebradizo paso de cualquier persona por esta etapa de la vida.  Ya sea a través de los conflictos familiares, de las dolorosas vivencias amorosas, de la incomprensión ante las situaciones injustas, del intento de búsqueda de uno mismo, Almudena Grandes ahonda de una forma espectacular en los sentimientos y actitudes de sus personajes ya no solo por la forma en que los describe si no por la enorme dificultad que tiene al tratarse de como hemos dicho un momento en la que es difícil vivirlos y mucho más poder explicaros, expresarlos y hacerlos sentir de nuevo como hace ella con el lector.
Tanto me ha impresionado la forma en que está escrito que estoy segura de que si le diéramos este libro a cualquier persona y no le dijéramos quien es la autora podría pensar que se trata de un recopilatorio de relatos cortos escrito por jóvenes.
Su facilidad, sencillez y dinamismo unido a lo anteriormente dicho hacen que sea un libro totalmente recomendable para pasar un buen rato, recordar sensaciones olvidadas y una punzada de añoranza de la inocencia y de porque no, ese “descoloque” que se vive en el proceso de hacerte adulto.

Gracias especiales a la persona que puso en mi camino “Estaciones de paso” entre otras muchas historias literarias y reales.1

Mis fragmentos favoritos

“No se puede añorar lo que no se conoce, pero aquello debía de ser algo tibio y dulce, anaranjado y tierno, tan suave y nuboso como una larga convalecencia con la complicidad de unas décimas de fiebre. No se puede sucumbir a la nostalgia de lo que aun no ha comenzado […]”.

 ""Cuando él dio un paso hacia mí, mis pies le respondieron acordando la distancia en la misma medida. .Cuando extendió los brazos hasta posarlos en mis hombros, mis manos dejaron caer el recetario al suelo. Cuando colocó el brazo derecho a la altura de mis omóplatos y rodeó mi cintura con el izquierdo mis dedos ya se estaban tocando detrás de su nuca. Cuando me beso, le besé, y el mundo se hizo líquido, caliente, pequeño, tenía l piel áspera, la lengua dulce, todo era áspero y dulce, y cabía en la frontera simétrica de nuestros labrios pegados, que se despegaban a veces y se volvían a pegar para encontrar otro sabor que era fresco y a la vez ardía, y yo nunca había besado a nadie así, nunca había sentido esa necesidad implacable de besar y de besar más, de seguir besando, como si me jugara la vida al borde de la boca, cómo si más allá del cuerpo que abrazaba no existiera nada, cómo si los brazos que me estrechaban me protegieran de un vacío negro y compacto que condicionaba la fuerza de mis propios brazos. La intimidad tenía un sonido, pero también un tacto, y un gusto especiado, goloso, tan placentero como ningún sabor".


 


 


 



 


 

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